Morfina: mitos y realidades

Por Dr. Ignacio Torre M.P. 9366

El dolor es el síntoma más frecuente por el cual consultan los pacientes en todo el mundo. Cuando es muy intenso, un grupo de fármacos surgen como la mejor opción: los opioides, cuya droga madre es la famosa y 'tan temida' morfina.

¿Qué es?
La morfina pertenece a un grupo de fármacos denominados opioides, relacionados con el opio, obtenidos de la amapola adormidera. Funciona como analgésico y es la droga con la que se comparan en función de la potencia el resto de los fármacos para el dolor, habiendo más fuertes y más débiles. Además del dolor, tiene otros usos, como controlar la sensación de falta de aire (disnea) en algunas enfermedades.

Si bien la morfina se obtiene de una planta, existen otras drogas más potentes derivadas en forma sintética desde la molécula de la morfina y que se fabrican en un laboratorio. Aquí se derriba el primer mito: la creencia de que si le dan morfina a un paciente, luego no habrá nada más fuerte para darle.

Sus principales efectos secundarios, que aparecen al inicio del tratamiento y desaparecen o disminuyen luego de la primera semana, son las náuseas, el sueño y los mareos. Sin embargo, el principal problema de estas drogas es que cuando son usadas, generaran constipación o estreñimiento, algo muy importante a tener en cuenta, sobre todo en tratamientos prolongados.

¿Es peligrosa?
La morfina no es peligrosa si se ajusta la dosis por paciente, individualmente y con la seguridad de que el dolor que estamos tratando es sensible a este analgésico. Es extremadamente raro que la morfina oral provoque una depresión respiratoria cuando se utiliza en dosis adecuadas.

¿Es inefectiva por vía oral?
Si bien es cierto que la absorción oral de la morfina es menor que por otras vías (endovenosa o subcutánea), no significa que sea inefectiva. Es una excelente opción de tratamiento para aquellos pacientes que no han perdido la posibilidad de tragar con normalidad.

¿Provoca euforia?
Generalmente se confunde la euforia con la sensación de bienestar que experimenta el paciente al ser aliviado de su dolor. Lo que suele suceder es que el paciente estaba molesto e incómodo como consecuencia de su dolor y ahora lo vemos en paz y más optimista.

¿Provoca acostumbramiento?
La experiencia diaria demuestra que a un paciente que ya no precisa la morfina se le suprime la aplicación sin ningún problema (con la precaución de hacerlo progresivamente si la tomaba desde más de 3 o 4 semanas).

Sin embargo, hay que tener precaución con los pacientes que tienen antecedentes de abuso de fármacos. Con ellos, se corre el riesgo de infravalorar el dolor y no suministrarles las dosis suficientes o, por el contrario, no tener en cuenta su situación y suministrárselo en exceso.

¿Se desarrolla una tolerancia rápida?
Aunque se produce el fenómeno de tolerancia, cuanto más largo es el tratamiento con morfina, menos importante es el fenómeno. El incremento de la dosis se da por un empeoramiento de la enfermedad y, por lo tanto, aumenta el uso del analgésico.

¿Provoca adicción?
En nuestro país, la prescripción y dispensación de opioides está muy regulada, controlada y auditada por las autoridades pertinentes, por lo cual es muy difícil que un paciente pueda obtener cantidades extremas de medicación para mantener una adicción. El médico debe llevar un registro de las cantidades indicadas y recetadas, teniendo en cuenta el tiempo que debería durar cada frasco para evitar su uso fuera de lo terapéutico.

¿Se prescribe en casos de muerte próxima?
La morfina es un analgésico y, si bien su uso es extendido en pacientes con dolor por cáncer, no es exclusivo de esta enfermedad. Existen muchas patologías cuyo síntoma principal es el dolor, en ocasiones severo, y se benefician del uso de morfina y sus derivados. Esto significa que la morfina no es sólo de uso en situaciones de muerte próxima, sino que puede prescribirse ante cualquier causa que curse con dolor severo.

Existe mucha desinformación respecto a este tipo de fármacos y se pierde la posibilidad de aliviar correctamente el dolor, condenando a pacientes y familiares a sufrir innecesariamente.
La mejor manera para combatir este problema, es la educación.

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